El Día Internacional de la Lengua Materna destaca las raíces culturales y la expresión poética

El 21 de febrero, el Día Internacional de la Lengua Materna, proclamado por la ONU y la UNESCO en 1999, junto con el Objetivo de Desarrollo Sostenible sobre educación de la Agenda 2030, reevalúa y protege las lenguas maternas, especialmente en los primeros años de escolarización. Este día tiene como objetivo brindar una oportunidad para la escucha y la reflexión, no solo para cumplir con un dictado constitucional que protege las lenguas minoritarias, sino también para promover la cultura de la palabra. La pluralidad de voces permite un diálogo en constante evolución en busca de las propias raíces, dando forma al caos del alma. En el poema "Cosa significa" [¿Qué significa?], escrito en Montgeran, Francia, en 1960, Czeslaw Milosz ilustra cómo las personas a menudo desconocen sus orígenes: "Non sa di brillare/ Non sa di volare/ Non sa di essere questo e non quello" [No sabe que brilla/ No sabe que vuela/ No sabe que es esto y no aquello]. Por lo tanto, uno no es capaz de cuestionarse a sí mismo para redescubrir, como argumentó Petrarca, la memoria de lugares, no solo físicos sino también emocionales y espirituales, que nos generaron. Retener los sentimientos que poblaron nuestra infancia en una correspondencia foscoliana de sentidos amorosos significa preservar el asombro de los poetas fascinados por el misterio para buscar el significado ontológico del ser. Ahora más que nunca, inmersos en un mundo mediático invadido por una comunicación dirigida al individualismo narcisista, al hedonismo y a las leyes económicas de los mercados, es necesario hacer poesía. Escribir poesía en varios idiomas significa tener fe en el progreso civil como integración y aceptación solidaria; significa abrir una puerta al futuro de las nuevas generaciones. Todos los escritores originan su inspiración en los lugares nativos para convertirlos en países del alma. De lo particular a lo universal, para reclamar en todos esa chispa divina llamada dignidad. La palabra puede captar la esencia que vive más allá de la palabra misma para volverse sagrada hacia todo lo que no se nos da a entender. Solo la identidad lingüística, objetual, afectiva y comunitaria nos permite sobrevivir en el mundo. Sobre todo, la poesía no es solo una expresión estética que se ajusta a las reglas de la retórica, sino que es un acto de resistencia contra el olvido de nuestra humanidad. La poesía ha ido a la guerra no para cantar el dolor sino para restaurar la esencia de la experiencia humana con la esperanza de un futuro fraterno y solidario, más allá de las diversidades. Las letras, que son el lenguaje de los sentimientos incluso cuando usan el llamado código culto, tienen sus motivaciones más profundas en las jergas y los dialectos que representan el vehículo de las verdaderas emociones, preservando la identidad de los individuos y de los diversos grupos sociales. Los paisajes y los idiomas locales dan forma a las palabras de los poetas con emociones. Como argumenta el existencialismo filosófico del siglo XX, el ser se define por sus límites, por la diferencia con respecto al no ser y al otro. No percibir la propia identidad lingüística y humana arraigada en el territorio en el que uno nace y vive, sin percibir la propia esencia y el propio papel en el mundo, es alienante. Para comprender la diferencia sin prejuicios, uno debe tener valores universales que, aunque partan de lo local, permitan abrazar lo global, fomentando el pensamiento crítico. En la era de la red mediática en la que Internet reina supremo, la lengua materna, como la poesía, sitúa la palabra en un lugar y un momento determinados para hacer de la historia personal una historia universal. El vernáculo, al igual que la estructura lingüística y semántica de los poetas, absorbe la realidad que lo rodea y devuelve su alma. Contra la despersonalización de las propias raíces expresivas y comunicativas, el poeta Franco Arminio acuñó un nuevo término, "Paesologia" [Paisajología], para celebrar la belleza lírica de nuestros pueblos. Italia, una de las naciones que, por razones geográficas e históricas, es rica en pueblos, hace de los diversos dialectos voces únicas y preciosas armonizadas en el coro de la lengua materna. Una familia humana, la nuestra, que da testimonio del poder del lenguaje para hacer vibrar cuerdas comunes con la intención de construir la civilización del amor. "Vorrei parlarti/ nel natio dialetto/ che a fatica ormai ricordo/ della bellezza del cielo posato/ sulla corona frastagliata/ dei Marsi monti/ a rischiarar gli occhi/ del terso aprile" [Me gustaría hablarte/ en el dialecto nativo/ que apenas recuerdo ya/ de la belleza del cielo posado/ sobre la corona irregular/ de los montes Marsi/ para iluminar los ojos/ del terso abril].

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