Un estudio publicado en *Science Advances* el 3 de abril de 2025 indica que los perros Beagle con mutaciones en el gen Shank3, un factor de riesgo conocido para el trastorno del espectro autista (TEA), muestran anomalías en el procesamiento facial similares a las observadas en humanos con TEA. La investigación, encabezada por el profesor Zhang Yongqing del Instituto de Genética y Biología del Desarrollo de la Academia China de Ciencias y el profesor Han Shihui de la Universidad de Pekín, utiliza beagles mutantes Shank3 para investigar los trastornos del neurodesarrollo.
El autismo se caracteriza a menudo por deficiencias sociales, dificultades de comunicación y comportamientos repetitivos. La capacidad de procesar las señales faciales es vital para la interacción social, y las deficiencias en esta área están relacionadas con las dificultades sociales en las personas con autismo. En este estudio, se utilizó una prueba de preferencia social basada en rostros para comparar perros mutantes Shank3 con perros de tipo salvaje. Los perros mutantes exhibieron una preferencia reducida por los rostros, lo que demuestra una falta de atracción por los rostros de su propia especie. Esto sugiere una conexión entre la mutación Shank3 y los déficits en los comportamientos sociales relacionados con el reconocimiento facial.
La tecnología de seguimiento ocular reveló que los beagles mutantes Shank3 pasaban menos tiempo mirando rostros, particularmente la región de los ojos, que es crucial para la señalización social. La electrocorticografía (ECoG) mostró que estos perros tenían una amplitud disminuida del componente de onda cerebral N1 específico para el rostro y una respuesta retrasada a los estímulos faciales. La onda cerebral N1, que se observa típicamente alrededor de 100 milisegundos después de la estimulación, refleja los mecanismos neuronales involucrados en la percepción del rostro.
En las tareas de categorización, los perros de tipo salvaje podían diferenciar entre los tipos de rostros de diferentes especies y razas, mostrando una reacción tardía a los rostros de su propia especie. Por el contrario, los perros mutantes Shank3 tuvieron dificultades para categorizar los rostros, lo que destaca aún más la relación entre las mutaciones genéticas y las deficiencias cognitivas. Este estudio proporciona evidencia de que las mutaciones del gen Shank3 pueden conducir a déficits similares al TEA en el procesamiento facial, lo que podría allanar el camino para nuevos enfoques experimentales para comprender las bases genéticas y neuronales del autismo y abrir vías para posibles intervenciones terapéuticas.