Un estudio internacional investiga las proteínas que permiten la percepción de bajas temperaturas, crucial para la supervivencia en diversas especies.
A medida que se acerca el invierno, el malestar causado por el frío se hace más pronunciado, lo que lleva a interrogantes sobre cómo los organismos perciben los cambios de temperatura. En 2021, David Julius y Ardem Patapoutian recibieron el Premio Nobel de Fisiología o Medicina por su descubrimiento de receptores de temperatura y tacto, un avance logrado casi 20 años antes.
Félix Viana de la Iglesia lidera un consorcio en el Instituto de Neurociencias, que busca descubrir la base molecular de la percepción del frío en los animales. Financiado por el Human Frontier Science Program (HFSP) con 1,5 millones de dólares, el proyecto rastreará los sensores de temperatura en los genomas de varias especies, incluidos osos polares y mamuts lanudos.
Viana explica: “Hay toda una familia de proteínas especializadas en detectar el frío y el calor.” Los canales iónicos TRP, conocidos desde principios de los 2000, son sensores clave para el frío en mamíferos y aves, en particular TRPM8.
El laboratorio de Viana ha estudiado estas proteínas desde 2002, comprendiendo su bioquímica pero sin captar completamente sus mecanismos funcionales. Las instituciones colaboradoras incluyen la Universidad de Estocolmo, la Universidad de Bath y la Universidad de Columbia.
Los investigadores hipotetizan que la sensibilidad de los receptores del frío varía según las adaptaciones ambientales. Al comparar especies cercanas evolutivamente adaptadas a diferentes climas, buscan identificar variaciones genéticas que influyan en la función de la proteína.
Utilizando el análisis de ADN antiguo, el equipo examinará restos de mamut lanudo preservados. Viana señala: “Vamos a compararlos con elefantes actuales, que se separaron de los mamuts hace unos tres millones de años.”
El grupo de investigación de Viana se especializa en técnicas avanzadas de electrofisiología y busca determinar los roles funcionales de las mutaciones en los sensores de temperatura.
Aunque el proyecto se centra en funciones biológicas básicas, Viana, un médico, reconoce las posibles aplicaciones terapéuticas. Los pacientes que se someten a quimioterapia a menudo experimentan neuropatías, lo que lleva a una mayor sensibilidad a varios estímulos. Comprender mejor los sensores del frío podría ayudar a mitigar estos síntomas.
Además, el estudio de la percepción del frío plantea desafíos, incluida la variabilidad individual y los componentes psicológicos. Viana señala que, en general, las mujeres suelen reportar niveles de confort térmico diferentes a los de los hombres, posiblemente influenciados por la testosterona.
En resumen, esta investigación no solo busca desentrañar las complejidades de la percepción del frío en los animales, sino también mejorar la comprensión de sus implicaciones para la salud humana.