El krill antártico, pequeños crustáceos bajo aguas heladas, está emergiendo como un actor crucial en el almacenamiento de carbono, rivalizando con hábitats de carbono azul bien conocidos como los manglares y las praderas marinas. Investigaciones recientes revelan que estas diminutas criaturas, específicamente Euphausia superba, contribuyen significativamente al ciclo del carbono, con sus productos de desecho y cadáveres influyendo en los flujos de carbono del Océano Austral.
La Dra. Emma Cavan del Imperial College London destaca que el krill almacena cantidades comparables de carbono a las plantas marinas costeras, enfatizando su papel más allá de ser solo alimento para animales más grandes. El estudio sugiere que el krill podría almacenar al menos 20 millones de toneladas de carbono anualmente, equivalentes a 46 mil millones de dólares en valor de almacenamiento de carbono.
Con bancos que contienen hasta 30 billones de individuos, las enormes poblaciones de krill amplifican sus capacidades de almacenamiento de carbono, produciendo una 'lluvia' significativa de desechos ricos en carbono. Sin embargo, el cambio climático y la expansión de la pesca amenazan sus hábitats, haciendo que la conservación del krill sea esencial para mantener el ecosistema del Océano Austral y alcanzar los objetivos climáticos globales.