Ángel Olaz Capitán, profesor de Sociología en la Universidad de Murcia (UMU), investiga cómo las personas pueden encajar mejor en sus trabajos.
España presenta una división entre dos posiciones aparentemente irreconciliables: se está en las letras o en las ciencias. Esta visión dicotómica, acentuada tras la revolución industrial del siglo XIX debido a la necesidad capitalista de conocimientos especializados, parece cada vez más incongruente.
Olaz afirma: "Creo que no tiene mucho sentido hablar en términos tan extremos cuando lo realmente importante es poner el foco en el talento de las personas." Se pregunta sobre el valor del modelo bifurcado actual, cuestionando: "¿De qué sirve privarse de aquellas facetas que siempre pueden contribuir a mejorar los conocimientos, capacidades y habilidades?" Resalta la importancia de esta consideración durante los años formativos antes de ingresar al mercado laboral.
Reconoce que todos tenemos "cierta disposición o tendencia a manejarnos mejor o peor en una determinada actividad", lo que puede deberse, "al menos en parte, a que en nuestra sociedad se haya establecido una extraña dualidad entre las personas que forman parte de uno de los bandos": de ciencias o de letras.
Olaz subraya las graves implicaciones de este modelo educativo, notando que condiciona significativamente a los individuos a elegir un campo de estudio particular desde la adolescencia, lo que puede llevar a un futuro laboral no deseado.
Como alternativa, propone centrar la atención en las capacidades de los seres humanos y explorar cómo estos pueden crecer personal y formativamente, especialmente en aquellos campos que les pueden resultar más difíciles. Su investigación se ha orientado hacia el estudio de cómo ciertos tipos de inteligencias múltiples requieren competencias profesionales específicas.
El concepto de inteligencias múltiples, propuesto por el investigador de Harvard Howard Gardner a mediados de los años 1980, entiende la inteligencia como un proceso cambiante y que se desarrolla en función de las experiencias del individuo a lo largo de su vida. Su planteamiento se basa en un modelo que distingue inicialmente ocho grandes tipos de inteligencia: la musical, la cinético-corporal, la lógico-matemática, la lingüística, la espacial, la interpersonal, la intrapersonal y la naturalista.
Olaz señala: "Como podrá advertirse, esta forma de entender a las personas, la sociedad y el mundo en el que vivimos rompe con el tradicional esquema en el que forzosamente debías formar parte de un bando o de otro y, lo que es peor, condenados a no entenderse y a intentar manifestar estúpidamente la primacía de un grupo sobre el otro."
La diferenciación ha llegado al punto de que "incluso se ha buscado un origen biológico y supuestas diferencias en la estructura anatómica del cerebro" para explicar esa supuesta escisión entre las personas de ciencias y letras. Sin embargo, Olaz advierte que, aunque la inteligencia puede verse moldeada por la presión del entorno, "parece arriesgado afirmar que la forma del cerebro pueda determinar las preferencias o aptitudes de una persona".
Olaz enfatiza que, aunque los mecanismos de herencia de la inteligencia han sido investigados durante décadas, "no está claro hasta qué punto la inteligencia es heredada o se construye". A la vista de su experiencia, "lo más probable es que sea una mezcla de ambas cuestiones", y advierte que el llamado cociente o coeficiente intelectual (CI) "es una puntuación obtenida a través de test estandarizados".
Siguiendo las teorías de Gardner, Olaz abunda: "Todos y cada uno de nosotros podemos ser capaces de ver en qué proporciones podemos atesorar y explotar este arsenal de competencias." Estudiar cómo se pueden acoplar los individuos de la mejor manera posible a su puesto de trabajo, como hace el especialista de la UMU, "requiere de un tiempo dilatado para obtener resultados concluyentes, lo que todavía los hace más apasionantes y estimulantes si cabe, como me señaló el profesor Gardner."
Olaz responde contundente a la pregunta sobre si cree que nos estamos limitando con la actual división entre ciencias y letras: "Clarísimamente. Y más cuando hemos interiorizado y normalizado esa pregunta que tantas veces nos han hecho". Lamenta que cuando los estereotipos arraigan, "podemos llegar a creer que las personas de ciencias son, por ejemplo, más reflexivas, minuciosas y trabajadoras, mientras que las de letras son más imprudentes, improvisadoras y más ociosas". Sin embargo, es muy aventurado dividir a la humanidad en estos dos perfiles, continúa. Además, añade, "no debería olvidarse la existencia de las llamadas inteligencias múltiples", que componen un arsenal de competencias sobre las que interesa descubrir en qué proporciones podemos atesorar y explotar cada uno.
En este replanteamiento del marco del actual sistema educativo, aflora ahora otro elemento que puede ser muy influyente: la creciente dependencia de sistemas como los teléfonos móviles y desarrollos como la inteligencia artificial. "No puede negarse la irrupción de las nuevas tecnologías en nuestra vida cotidiana y cómo esta genera patrones de dependencia, y yo diría que hasta de sumisión, en muchas de las actividades que desarrollamos", explica el profesor. Cita como ejemplo a las personas que sufren FOMO (miedo a estar ausente), en alusión al temor a no llegar a enterarse de lo que está ocurriendo en redes sociales. "Sin embargo, este tipo de situaciones no deberían entrar en colisión con lo que nosotros, nuestra cabeza, y, si me permite, nuestras inteligencias pueden ayudarnos a pensar, decir y actuar", remarca el especialista.