Un estudio innovador publicado en Nature Communications ha revelado que las células de tejido nervioso y los riñones pueden 'recordar' y aprender de manera similar a las células cerebrales. Investigadores de la Universidad de Nueva York realizaron experimentos utilizando el efecto de aprendizaje masivo-espaciado, que implica espaciar la información en intervalos regulares, en lugar de abarrotarlo todo de una vez. Este método se aplicó a dos tipos de células humanas que no son cerebrales: las células nerviosas y las células renales.
Cuando se administraron señales químicas en pulsos—simulando la acción de los neurotransmisores en el cerebro—estas células no cerebrales activaron el gen de la memoria, el mismo gen que las células cerebrales activan para identificar patrones y crear recuerdos. El investigador principal, Nikolay Kukushkin, señaló que esto sugiere la necesidad de considerar las capacidades de memoria de todo nuestro cuerpo, no solo del cerebro. Destacó las implicaciones potenciales para entender cómo otros órganos, como el páncreas, podrían 'recordar' patrones que influyen en la salud.
Este estudio se basa en hallazgos anteriores en otras especies, como el gusano planaria, que retiene recuerdos incluso después de ser cortado en piezas. Los nuevos gusanos formados a partir del original han mostrado la capacidad de reaccionar a estímulos que aprendieron como parte del todo. De manera similar, los animales en hibernación, a pesar de sufrir cambios significativos en el cerebro, han demostrado conservar recuerdos al despertar.
Históricamente, se ha pensado que la memoria reside en las sinapsis—las conexiones entre neuronas. Sin embargo, un estudio de 2015 sobre babosas marinas indicó que los recuerdos también podrían almacenarse dentro de la neurona misma. Esto desafía la comprensión tradicional del almacenamiento de la memoria y sugiere que la memoria celular podría extenderse más allá del cerebro.
Otras investigaciones han explorado el concepto de 'memoria celular' más allá del sistema inmunológico, donde las células aprenden a reconocer patógenos tras exposiciones repetidas. Este campo de estudio está relacionado con la epigenética, donde los factores ambientales pueden influir en la expresión genética a través de generaciones. Aunque este campo aún está en desarrollo, hay evidencia que sugiere que los recuerdos y preferencias podrían transferirse a través de trasplantes de órganos, con algunos pacientes informando cambios de personalidad vinculados a sus donantes.
En general, esta nueva perspectiva sobre la memoria pone en duda la creencia sostenida de que la memoria es exclusivamente un producto del cerebro. La evidencia apunta hacia una comprensión más integrada de cómo las experiencias y recuerdos podrían almacenarse en todo el cuerpo, sugiriendo que nuestras identidades están profundamente entrelazadas con nuestra composición celular.