Ecuador se prepara para celebrar elecciones presidenciales el domingo 9 de febrero, con el actual mandatario, Daniel Noboa, y su rival, Luisa González, compitiendo por el puesto más alto. La elección se produce en medio de un aumento de la violencia y el crimen organizado, un desafío que pesará mucho en la agenda del próximo presidente.
El país ha sido testigo de un aumento dramático de la delincuencia violenta, incluidos asesinatos, extorsión y secuestros, atribuidos al tráfico de drogas transnacional. Esta ola de violencia se ha intensificado durante los últimos cuatro años, reflejando desafíos similares enfrentados por países vecinos como México y Colombia.
A pesar de los esfuerzos de los gobiernos anteriores para frenar la violencia mediante medidas como el aumento de las fuerzas de seguridad y las reformas penitenciarias, la situación ha empeorado. El nuevo presidente heredará un complejo panorama de seguridad, y los analistas predicen un largo camino por recorrer para restaurar la paz.
Ecuador declaró el estado de conflicto armado interno en enero de 2024 tras la fuga de un importante líder criminal de la cárcel y la incursión de un grupo armado en un canal de televisión estatal durante una transmisión en vivo. Esta declaración condujo a patrullas conjuntas de la policía y el ejército, pero la tasa de criminalidad se ha mantenido alta.
Los expertos enfatizan la necesidad de una estrategia a largo plazo para abordar las causas profundas de la violencia, incluida la lucha contra el tráfico de drogas y el fortalecimiento de la aplicación de la ley. También destacan la necesidad de cooperación internacional para combatir las redes criminales transnacionales.
La situación económica añade otra capa de complejidad. Ecuador enfrenta una carga de deuda significativa, lo que limita los recursos para los programas sociales y las iniciativas de seguridad. El próximo presidente tendrá que navegar estos desafíos mientras busca soluciones a la violencia en aumento.