En marzo de 2020, un experimento innovador abrió una nueva frontera para la alimentación en el espacio. El miso, una pasta de soja fermentada tradicional japonesa, viajó a la Estación Espacial Internacional (EEI) para un experimento único de fermentación de 30 días. No se trataba solo de replicar un sabor familiar; era un paso audaz hacia la comprensión de cómo la producción de alimentos podría evolucionar en el desafiante entorno espacial.
Los resultados, analizados y publicados a principios de 2025, fueron notables. El miso fermentado en el espacio exhibió un perfil de sabor significativamente mejorado. El análisis sensorial reveló un sabor más a nuez, más intensamente tostado en comparación con su contraparte terrestre. Este emocionante desarrollo se atribuyó a varios factores clave. En primer lugar, las condiciones únicas del espacio, incluida la microgravedad y los niveles alterados de radiación, influyeron en el proceso de fermentación. En segundo lugar, el análisis mostró mayores concentraciones de compuestos de pirazina, conocidos por sus notas tostadas y a nuez. Finalmente, la presencia de *Bacillus velezensis*, una bacteria beneficiosa, jugó un papel crucial en la transformación del sabor, contribuyendo al carácter distintivo del miso.
Este experimento pionero marca un momento crucial en la tecnología de alimentos espaciales. Es el primer caso documentado de fermentación de alimentos que ocurre completamente en el espacio, abriendo emocionantes posibilidades para las dietas de los astronautas y la producción sostenible de alimentos en entornos extremos. Las implicaciones se extienden más allá de la EEI, ofreciendo soluciones potenciales para misiones espaciales de larga duración, bases lunares e incluso futuros asentamientos marcianos. Los investigadores ahora están explorando el potencial de la fermentación espacial para otros productos alimenticios, imaginando un futuro en el que los astronautas disfruten de una cocina diversa y sabrosa, cultivada directamente en el cosmos.