Riesgos del polvo lunar para misiones humanas - 25 de dic. 2024

El regreso de los humanos a la Luna se acerca, con la misión Artemis de la NASA que busca no solo explorar el satélite, sino también establecer bases sostenibles para futuras habitabilidades. Sin embargo, este ambicioso proyecto enfrenta desafíos inesperados que podrían cambiar nuestra interacción con el entorno lunar.

La NASA, en colaboración con empresas como SpaceX, ha diseñado un plan para convertir la Luna en un sitio clave para la investigación científica y, posiblemente, para la vida humana más allá de la Tierra. Un estudio reciente destaca que las actividades humanas en la superficie lunar podrían alterar su delicado equilibrio, creando atmósferas temporales y efectos secundarios imprevistos.

Un desafío significativo es el regolito lunar, el fino polvo que cubre la superficie de la Luna desde hace miles de millones de años. Este polvo, que puede parecer inofensivo, plantea serios problemas. Cada vez que una nave aterriza, se realizan construcciones o se mueve equipo pesado, el regolito se levanta y queda suspendido en el aire durante períodos prolongados.

Un estudio liderado por Rosemary Killen del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA advierte que aterrizajes como los del Starship de SpaceX podrían incrementar hasta 100,000 veces la cantidad de partículas en la exosfera lunar.

Estas partículas podrían alcanzar alturas de hasta 80 kilómetros y luego extenderse por kilómetros alrededor, generando 'atmósferas temporales' que no solo alterarían la superficie lunar, sino también cualquier intento de investigación científica en la zona.

El regolito lunar no solo es problemático, es peligroso. Es tan fino y está tan cargado eléctricamente que, si se inhala, podría causar daños graves al sistema respiratorio. Según Killen, es comparable a lo que sufrían los mineros con el 'pulmón negro'.

Además, este polvo tiene una habilidad casi mágica para adherirse a todo: trajes espaciales, herramientas, superficies... y una vez que se instala, es muy difícil de quitar. Esto podría causar problemas operativos, como obstrucciones en sistemas de ventilación o el desgaste acelerado de los equipos.

El impacto del regolito no se limita a la logística o la salud de los astronautas. También podría comprometer las investigaciones científicas en la Luna. Regiones como los cráteres polares, que contienen depósitos de hielo y prometen pistas sobre la historia del agua en el sistema solar, podrían contaminarse con vapor de agua y otros compuestos químicos introducidos por las misiones humanas.

Además, las nubes de partículas suspendidas podrían dificultar el funcionamiento de instrumentos científicos o telescopios colocados en la superficie lunar, obstaculizando tanto la investigación como la instalación de infraestructura para futuras colonias.

La misión Artemis es uno de los proyectos más ambiciosos de nuestra era, pero también plantea preguntas importantes. ¿Cómo explorar y habitar la Luna sin causar daños irreparables? ¿Cómo garantizar que las actividades humanas no interfieran con la ciencia que tanto deseamos realizar?

El regreso a la Luna promete ser un hito emocionante, pero también un recordatorio de que incluso en el espacio debemos actuar con cuidado y responsabilidad. La Luna, con su silencio y fragilidad, es un recordatorio de lo delicado que puede ser nuestro impacto, incluso en lugares donde no hay vida visible.

Por ahora, la NASA y sus socios tienen la tarea de diseñar soluciones para mitigar estos riesgos. Después de todo, no se trata solo de llegar a la Luna. Se trata de aprender a coexistir con ella.

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