Un estudio reciente realizado por un equipo internacional de científicos ha analizado el ADN de los restos de residentes de Pompeya que perecieron durante la erupción del Vesubio en el 79 d.C. El análisis genético ha llevado a historiadores y arqueólogos a reevaluar nociones previas sobre la sociedad de esta antigua ciudad portuaria romana y las circunstancias que rodearon las muertes de ciertas personas.
Los investigadores extrajeron 14 muestras de ADN de 86 moldes de yeso que actualmente están en proceso de restauración. Estos moldes son creados por especialistas para recrear las poses y condiciones de las víctimas, ya que la ciudad fue casi instantáneamente sepultada por cenizas. En las áreas donde se encontraban personas, quedaron vacíos tras la descomposición, preservando huesos. Los arqueólogos llenaron estos vacíos con yeso, reconstruyendo las posiciones de las víctimas.
Durante mucho tiempo, los historiadores se basaron en estos moldes y en el entorno bien conservado para construir narrativas e hipótesis sobre la vida en Pompeya. La nueva investigación genética introduce correcciones y agrega matices a estas narrativas. Por ejemplo, se creía anteriormente que una figura de un adulto sosteniendo a un niño era una madre, una suposición lógica que se había tratado como un hecho. Sin embargo, el análisis de ADN reveló que el adulto era un hombre. También surgieron detalles sobre una pareja que anteriormente se pensaba que eran hermanas; los nuevos hallazgos confirmaron que los restos pertenecían a un hombre y una mujer que no eran parientes cercanos. Han surgido numerosas revelaciones de este tipo, exponiendo inexactitudes y suposiciones en estudios anteriores.
Los autores del estudio también enfatizan la impresionante diversidad étnica de la población de la región. Si bien se considera comúnmente que el cosmopolitismo y el multiculturalismo eran características de Roma, la capital del imperio, Pompeya exhibió influencias significativas de pueblos del Mediterráneo oriental y del norte de África. Esto amplía la comprensión de los patrones migratorios en el siglo I d.C. y resalta los intercambios socioculturales que ocurrieron incluso en una pequeña pero significativa ciudad portuaria.