Investigaciones en psicolingüística, psicología cognitiva y antropología lingüística indican que el idioma hablado influye en la visión del mundo.
Más de la mitad de la población mundial se comunica diariamente en dos o más idiomas, una tendencia impulsada por la educación, la inmigración y la dinámica familiar.
Hallazgos recientes sugieren que cada idioma altera la percepción de la realidad para sus hablantes, con individuos notando cambios personales al cambiar de idioma.
Estudios revelan que las personas bilingües pueden ajustar su comportamiento según el idioma en uso, y sus interlocutores los perciben de manera diferente dependiendo del idioma hablado.
El procesamiento emocional de las palabras varía con el idioma hablado. La lengua materna, adquirida en la infancia, tiende a dominar el pensamiento y el habla, mientras que un segundo idioma se aprende más tarde.
La lengua materna a menudo proporciona una ventaja emocional, llevando a las personas bilingües a experimentar una mayor intensidad emocional al comunicarse en su primer idioma. Esta intensidad se relaciona con la vívida evocación de recuerdos de la infancia asociados con ese idioma.
Por el contrario, el segundo idioma puede crear una distancia emocional, permitiendo a los hablantes sentirse menos ansiosos o avergonzados en situaciones complejas, como expresar ira o disculparse.
La lengua materna es vista como emocionalmente más rica, mientras que el segundo idioma es más práctico. Las expresiones emocionales en la lengua materna se sienten más intensamente, independientemente de si la emoción es positiva o negativa.
La elección de idioma impacta no solo la intensidad emocional, sino también la autopercepción y la percepción de los demás. El idioma utilizado puede moldear la dinámica de una conversación y revelar aspectos culturales y sociales específicos de las comunidades lingüísticas.
En un estudio con hablantes de chino e inglés en los Estados Unidos, los participantes informaron sentirse más cómodos expresando emociones en inglés, su segundo idioma, debido a menos restricciones sociales, aunque experimentaron una mayor intensidad emocional en mandarín, su lengua materna.
El segundo idioma puede facilitar la distancia emocional por razones personales o socioculturales. Expresar emociones en un idioma con el que se tiene menos conexión emocional puede mitigar sentimientos de vergüenza, ansiedad o implicación personal, especialmente para hablantes de culturas que valoran el colectivismo.
El grado de dominio de un segundo idioma también juega un papel importante. Los padres suelen preferir su lengua materna para expresar emociones al hablar con sus hijos, especialmente al reprenderlos, a menos que sean igualmente competentes en el segundo idioma.
El contexto en el que se aprende un segundo idioma también es relevante. Aprender en un entorno formal o académico puede llevar a una mayor ansiedad al comunicarse en público, incluso para hablantes técnicamente competentes.
Las experiencias de vida, la edad en que se aprendió el idioma y el contexto de uso del idioma influyen en cómo se procesan y expresan las emociones en diferentes lenguas. Comprender esta dinámica enriquece no solo nuestro conocimiento sobre el lenguaje y la mente humana, sino que también mejora la comunicación intercultural y la comprensión emocional en un mundo cada vez más diverso y conectado.
Las implicaciones para la enseñanza de un segundo idioma también son significativas. Asegurarse de que los estudiantes se sientan cómodos al hablar un nuevo idioma es esencial para la adquisición del idioma. Los educadores pueden desempeñar un papel clave al ayudar a los estudiantes a sentirse más seguros y positivos acerca de su identidad en el idioma que están aprendiendo.
La actitud de un estudiante hacia el idioma que está aprendiendo juega un papel crucial. Esta actitud determina cómo interpretamos nuestras experiencias con el idioma y, por lo tanto, influye en cómo enfrentamos los desafíos, cómo nos vemos a nosotros mismos y cómo creemos que los demás nos perciben. Una actitud positiva conduce a una mayor satisfacción en el proceso de aprendizaje y a un vínculo emocional más fuerte con el idioma, lo que resulta en un proceso de aprendizaje más profundo y efectivo.