El perfeccionismo, a menudo visto como un rasgo positivo, puede tener un lado oscuro, que lleva a la autocrítica, al aislamiento e incluso a la depresión y la ansiedad, según la psicóloga clínica Ellen Hendriksen. En su nuevo libro, "How to Be Enough: Self-Acceptance for Self-Critics and Perfectionists", Hendriksen, miembro de la facultad de la Universidad de Boston y becaria de la Escuela de Medicina de Harvard, explora los matices del perfeccionismo y ofrece consejos prácticos para superar sus efectos negativos.
Hendriksen argumenta que si bien el perfeccionismo puede ser beneficioso para fomentar la conciencia y el logro, se vuelve insalubre cuando conduce a la sobrevaloración, la autocrítica severa y una búsqueda constante de estándares inalcanzables. "El perfeccionismo nos miente: nos dice que podemos conectar, pertenecer y ser aceptados siendo buenos en algo a través de nuestro desempeño", explica. "Pero se vuelve en contra de nosotros porque cuando sobresalimos, podemos ganar admiración, pero eso es diferente de la aceptación. Cuando somos admirados, nos ponen en un pedestal, pero eso significa que estamos solos."
Hendriksen destaca el trabajo de Roz Shafran, Zafra Cooper y Christopher Fairburn, quienes definen el perfeccionismo clínico como una dependencia de la consecución de estándares personales exigentes, lo que lleva a una evaluación de sí mismo de todo o nada. Esto puede conducir a la evitación, la procrastinación y la autocrítica, creando un círculo vicioso de inadecuación. Otras manifestaciones problemáticas del perfeccionismo incluyen la concentración en las reglas, la preocupación por los errores, la comparación social y la presentación de sí mismo perfeccionista, lo que puede conducir al aislamiento en las relaciones.
Hendriksen enfatiza el vínculo entre el perfeccionismo y los problemas de salud mental como la depresión y la ansiedad. La búsqueda constante de estándares inalcanzables puede conducir a una sensación de fracaso, desesperanza e impotencia, contribuyendo a la depresión. La ansiedad surge de la sobrevaloración del rendimiento, donde cada evento se convierte en un referéndum sobre el propio valor. "Perdón por mi gramática, pero es cuando "¿Hice bien?" significa "¿Soy bueno?" y "Hice mal" significa "Soy malo", explica.
Para abordar el perfeccionismo, Hendriksen sugiere un cambio de perspectiva. En lugar de intentar eliminar la autocrítica, aboga por cambiar nuestra relación con ella. "Podemos tratar nuestros pensamientos autocríticos como tratamos la música en una cafetería. Sigue estando ahí, pero no tenemos que cantar al mismo tiempo", aconseja. También enfatiza la importancia de centrarse en los valores en lugar de las reglas, permitiendo la elección personal y la flexibilidad. "Los valores nunca son coercitivos, por lo que eliges libremente seguirlos, y es probable que estés dispuesto a tolerar cierta incomodidad para hacerlo", explica.
Hendriksen concluye enfatizando que superar el perfeccionismo no requiere medidas drásticas. "Pequeños ajustes son suficientes. Podemos apuntar a ser un 5% más comprensivos con nosotros mismos, permitir un 1% de errores, ser un 2% más amables con nosotros mismos, y eso suele ser suficiente", dice.