El 1 de febrero de 2025, el presidente de EE. UU. Donald Trump firmó una orden ejecutiva que impone un arancel del 25 % a la mayoría de las importaciones de Canadá y México, y un arancel del 10 % a las importaciones de China. Esta decisión ha provocado reacciones inmediatas de los países afectados.
El primer ministro canadiense Justin Trudeau anunció medidas de represalia, afirmando que Canadá impondrá un arancel del 25 % sobre $30 mil millones CAD (aproximadamente $21 mil millones USD) de productos estadounidenses a partir del 3 de febrero de 2025. En 21 días, los aranceles se extenderán a otros $125 mil millones CAD de productos estadounidenses.
La presidenta mexicana Claudia Sheinbaum instruyó a su administración para implementar medidas arancelarias y no arancelarias en respuesta a los aranceles estadounidenses. Ella enfatizó la necesidad de diálogo en lugar de la imposición de aranceles para abordar los problemas entre los países.
El gobierno de China expresó una fuerte oposición, afirmando que tomará las contramedidas necesarias y presentará una queja ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) respecto a los aranceles.
El gobierno alemán y la Unión Europea criticaron las acciones de Trump, afirmando que los aranceles crean perturbaciones económicas innecesarias y aumentan los precios para los consumidores. Expertos en Alemania advirtieron que los consumidores estadounidenses finalmente soportarán el costo de estos aranceles.
El ministro de Economía alemán, Robert Habeck, declaró que Europa está preparada para responder a los aranceles estadounidenses con contrarrepresalias si es necesario. La Comisión Europea también expresó su pesar por la decisión de EE. UU., enfatizando la importancia de los mercados abiertos.
Las implicaciones de estos aranceles van más allá de los efectos económicos inmediatos, ya que podrían llevar a un conflicto comercial más amplio, afectando las cadenas de suministro globales y la estabilidad económica.