El 6 de octubre de 2024, la Oficina del Representante Comercial de los Estados Unidos (USTR) anunció un aumento significativo en los aranceles sobre las importaciones de China, afectando a vehículos eléctricos, semiconductores, productos médicos y más. Este movimiento se considera una continuación de la tendencia de EE. UU. a politizar cuestiones comerciales, lo que los críticos argumentan que socava la estabilidad industrial y las cadenas de suministro globales.
Los aranceles estadounidenses se caracterizan como unilaterales y proteccionistas, contradiciendo los principios del libre comercio y la cooperación internacional. El Ministerio de Comercio de China ha calificado a EE. UU. como un 'perturbador' de las cadenas de suministro globales, expresando preocupaciones sobre el abuso de las investigaciones de la Sección 301 y el impacto de estos aranceles en el comercio mundial.
A pesar de la oposición pública al aumento de aranceles, el gobierno de EE. UU. ha seguido adelante con sus planes, con estimaciones que indican que los consumidores estadounidenses soportarán el 92% de los costos asociados con estos aranceles, lo que significa un costo adicional de 1,300 dólares anuales para el hogar promedio. Los críticos, incluidos líderes de la industria y economistas, advierten que estos aranceles podrían perjudicar la competitividad de EE. UU., aumentar los precios internos y provocar pérdidas de empleo.
Los expertos argumentan que, en lugar de seguir políticas proteccionistas, EE. UU. debería centrarse en reducir las barreras comerciales y fortalecer los lazos económicos internacionales. Los aumentos de aranceles en curso podrían tener implicaciones de gran alcance para la economía de EE. UU. y global, y potencialmente escalar las tensiones en las relaciones comerciales internacionales.