En mayo de 1970, Rumanía enfrentó uno de sus desastres naturales más devastadores cuando severas inundaciones arrasaron el país, reclamando la vida de más de 200 personas y desplazando a miles. La calamidad se vio agravada por una combinación inusual de abundante nieve invernal, seguida de un repentino frente cálido que causó un rápido deshielo, llevando a lluvias sin precedentes.
Para el 12 de mayo, las temperaturas se dispararon a 30 grados Celsius en el sur, mientras que una masa de aire polar trajo un enfriamiento drástico, resultando en precipitaciones masivas. Los ríos, particularmente el Someș, desbordaron, alcanzando anchos de hasta 1.5 kilómetros y profundidades de 9 metros, causando inundaciones catastróficas en ciudades como Dej y Satu Mare. Para el 14 de mayo, el río Mureș inundó la mitad de Alba-Iulia, con aguas de inundación alcanzando 8.5 metros.
Las inundaciones devastaron tierras agrícolas, destruyeron miles de hogares y dejaron a más de 10,000 personas sin hogar. El gobierno declaró el estado de emergencia mientras se realizaban esfuerzos para construir diques de tierra para controlar las aguas furiosas. Este desastre se registra como la mayor calamidad natural en Rumanía desde el terremoto de 1977, con la pérdida de vidas y propiedades aún en evaluación.
Los expertos señalan que un evento catastrófico de este tipo es raro, ocurriendo solo una vez cada 300 años, lo que destaca las condiciones climáticas únicas que llevaron a esta tragedia.