En los siglos XVIII y XIX, viajar entre regiones en España, como desde Galicia a Castilla y León, requería pasaportes internos. Estos documentos eran necesarios debido a la autonomía administrativa regional, las aduanas y los controles fronterizos. Cada región tenía su propio formato de pasaporte, creando confusión y retrasos. Obtener un pasaporte implicaba solicitarlo a las autoridades locales, proporcionar identificación y razones del viaje, y pagar tasas, lo que podía llevar días o semanas. Estos pasaportes internos obstaculizaban la libre circulación de personas, impactando la economía al aumentar los costos y ralentizar las transacciones para comerciantes y transportistas. Socialmente, crearon obstáculos para que las familias que vivían en diferentes regiones se reunieran. Los pasaportes internos fueron abolidos en la segunda mitad del siglo XIX, facilitando la libre circulación y contribuyendo a la unificación nacional y al desarrollo económico.
Pasaportes Internos de España: Una Reliquia de los Siglos XVIII y XIX que Restringía el Viaje Regional y el Crecimiento Económico
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