El panorama político global está siendo testigo de una creciente influencia de las redes de extrema derecha, unidas por una agenda común de antiglobalización, nacionalismo y oposición a la democracia liberal. Estas redes, a menudo impulsadas por donantes adinerados y potencias extranjeras, están ganando terreno en todo el mundo, particularmente en países como Estados Unidos, Alemania, Francia, Reino Unido y Austria.
Donald Trump, reelegido en Estados Unidos, se ha convertido en un punto focal para estos ultranacionalistas, a pesar de su agenda de "Estados Unidos Primero". Las redes, que incluyen figuras como Steve Bannon, el hijo del ex presidente brasileño Jair Bolsonaro, y representantes del partido AfD en Alemania, están intercambiando activamente ideas y estrategias, adoptando tácticas exitosas de un país a otro.
Estas redes no solo buscan influencia política; su objetivo es remodelar el panorama ideológico global, promoviendo el conservadurismo social y socavando la democracia liberal. Emplean estrategias de comunicación agresivas, recurriendo a menudo a la mentira y la hostilidad para abrumar a sus oponentes, como lo demuestra el enfoque de Bannon de "inundar la zona con mierda".
Los recursos financieros de la extrema derecha son sustanciales, con el apoyo de multimillonarios como Elon Musk y los hermanos Koch, así como el supuesto respaldo de Rusia y China. Sin embargo, también se benefician de la financiación estatal, particularmente en Alemania, donde el AfD recibe un apoyo financiero significativo del gobierno.
Si bien el éxito de la extrema derecha es innegable, los expertos creen que no son imparables. La falta de experiencia en el gobierno y las divisiones internas dentro de estos movimientos crean vulnerabilidades. La clave para contrarrestar su influencia radica en la fortaleza y la eficacia de las instituciones democráticas.