La transición de Meghan Markle de actriz de Hollywood a Duquesa de Sussex ha estado marcada por un escrutinio implacable. Desde que se casó con el Príncipe Harry en 2018, se ha enfrentado a una intensa atención mediática, lo que ha provocado debates sobre si la crítica está justificada. Desde el principio, las comparaciones con Kate Middleton destacaron los dobles raseros percibidos, y Meghan aparentemente estaba sujeta a estándares más estrictos. Su trayectoria, su carrera independiente y su labor de promoción también la diferenciaron de los miembros tradicionales de la familia real.
En 2020, Meghan y Harry renunciaron a sus funciones reales, citando la presión de los medios. Su traslado a los Estados Unidos y las entrevistas posteriores, incluido el especial de Oprah Winfrey, alimentaron aún más la controversia. Mientras que algunos ven su salida como una búsqueda de la libertad, otros la ven como una traición. Los acuerdos de la pareja con Netflix y Spotify también han suscitado críticas, planteando interrogantes sobre el lucro con el estatus real al tiempo que se critica a la monarquía. Meghan sigue siendo una figura polarizadora, que desafía las normas y suscita conversaciones sobre la raza, el género y el papel de la realeza moderna.