El poderoso rapero y productor estadounidense Sean Combs, conocido como P. Diddy, enfrenta graves acusaciones de agresión sexual y tráfico que involucran a más de 100 víctimas. Las acusaciones, que se remontan a principios de la década de 1990, han resurgido tras su arresto el 16 de septiembre. Se alega que Diddy utilizó su imperio musical para facilitar estos abusos, utilizando drogas y alcohol para manipular a sus víctimas.
Caroline Heldman, profesora de estudios de género y cofundadora de la Sound Off Coalition, enfatiza que muchas sobrevivientes a menudo permanecen en silencio durante décadas por miedo a represalias y estigmatización. La Ley de Sobrevivientes Adultos ha permitido que las víctimas se presenten a pesar de las limitaciones de tiempo previamente impuestas, lo que ha llevado a un número significativo de mujeres, incluidas fans y artistas en ciernes, a presentar acusaciones contra Diddy.
Notablemente, Mark Curry, un exartista de Bad Boy Records, ha acusado a Diddy de usar acuerdos de no divulgación (NDAs) para silenciar a sus asociados, ofreciéndoles derechos de publicación musical a cambio de su silencio sobre sus problemas legales. Curry se negó a firmar el NDA, criticando la estrategia de Diddy como un intento de cubrir sus huellas en medio de una creciente ola de demandas.
El abogado Tony Buzbee, que representa a muchas de las víctimas alegadas, ha confirmado que más de 120 nuevos acusadores han salido a la luz, algunos de los cuales son menores de edad. Las implicaciones de estas revelaciones podrían potencialmente encender un movimiento #MeToo dentro de la industria musical, que ha sido históricamente lenta para abordar tales cuestiones, a diferencia de Hollywood, donde mujeres poderosas han liderado la carga contra la violencia sexual.
A medida que la situación se desarrolla, la industria musical enfrenta un intenso escrutinio sobre su manejo de la violencia sexual y la protección de abusadores dentro de sus filas. El reciente informe de la Sound Off Coalition destaca problemas sistémicos que han permitido que tales abusos persistan, planteando preguntas sobre la responsabilidad y el futuro de la industria.