Las rosas, a menudo vistas como símbolos de amor y pasión, ocupan un lugar central en jardines y cultura. Un estudio reciente en Nature Plants revela que la rosa ancestral era amarilla, no los colores que comúnmente vemos hoy. Este descubrimiento cambia nuestra comprensión de la evolución de las rosas.
El profesor Chao Yu de la Universidad Forestal de Beijing dirigió un análisis genómico. El equipo secuenció el genoma de Rosa persica, una especie desértica, y otras 80 especies silvestres chinas. Esto les permitió reconstruir la ascendencia genética de las rosas modernas.
El estudio identificó la rosa original como amarilla, con pétalos simples y sin manchas. Sus hojas probablemente tenían siete folíolos, un rasgo que todavía se encuentra en algunas especies silvestres. Las rosas rojas, blancas y rosas son desarrollos recientes a partir de mutaciones o cruces impulsados por las preferencias humanas.
Esta investigación tiene implicaciones prácticas para los criadores de rosas. El género Rosa incluye alrededor de 140 especies silvestres y 35,000 cultivares hortícolas. El nuevo mapeo filogenético proporciona una herramienta para un cruce más efectivo de variedades.
Esto podría conducir a rosas más robustas, fragantes y resistentes a las enfermedades. Estos rasgos son cruciales en el contexto del cambio climático y las plagas globalizadas. La investigación también puede guiar los esfuerzos de conservación al identificar especies silvestres para preservar la diversidad genética.
La historia de las rosas está ligada a eventos geológicos. Hace unos 23 millones de años, el surgimiento del Himalaya alteró el clima asiático. Esto condujo a una disminución de las precipitaciones y las temperaturas, restringiendo la distribución de las rosas y provocando una disminución de la población.
Subespecies como Banksianae, conocidas por sus flores blancas y amarillas, sobrevivieron y resurgieron hace unos 200,000 años. Esta resiliencia natural puede inspirar a los botánicos en la lucha contra los desafíos climáticos. La búsqueda de la belleza también ha llevado a una pérdida de las fragancias ancestrales en las rosas.
Los humanos han sacrificado la riqueza olfativa por rasgos como la vida útil en florero y la resistencia a las enfermedades. Esto refleja una tendencia en la agricultura, donde la optimización del rendimiento reduce la diversidad. Las rosas amarillas, históricamente asociadas con los celos, pueden recuperar popularidad a medida que se revelan sus antiguos orígenes.