Los hipopótamos, a menudo vistos como adorables pero peligrosos, están en el centro de un debate de conservación en Colombia. Tras el legado de Pablo Escobar, quien introdujo hipopótamos en Sudamérica, estas criaturas ahora deambulan por el río Magdalena, creando una situación ecológica única.
Mientras que los bebés hipopótamos pigmeos atraen a los visitantes de zoológicos en lugares como Tailandia y Virginia, los hipopótamos adultos son uno de los animales más peligrosos de África, capaces de matar a humanos por pisotones o mordeduras. A pesar de su ternura, su presencia en hábitats no nativos plantea preocupaciones sobre la biodiversidad local.
Los ambientalistas están divididos sobre cómo manejar la creciente población de hipopótamos, que ha aumentado significativamente desde su introducción. Algunos abogan por la caza para proteger especies nativas como la tortuga del río Magdalena, mientras que otros abogan por su protección como individuos.
Curiosamente, los hipopótamos podrían beneficiar indirectamente a los ecosistemas locales al crear nuevos hábitats húmedos y disuadir a los cazadores furtivos. El debate continúa, destacando las complejidades de la gestión de la vida silvestre y los desafíos que plantean las especies no nativas.