Un estudio reciente demuestra que la lectura frecuente cambia el cerebro, afectando nuestra forma de pensar y de entender el mundo. Los lectores habituales presentan diferencias en las regiones cerebrales relacionadas con el lenguaje, la memoria y otras funciones cognitivas. La lectura no solo amplía el conocimiento, sino que también cambia físicamente el cerebro, fortaleciendo las conexiones neuronales.
El estudio, dirigido por Mikael Roll, analizó datos del Proyecto Connectoma Humano, que involucró a más de 1.000 participantes. Comparó los cerebros de personas con diferentes habilidades de lectura, centrándose en las áreas de procesamiento del lenguaje. Se examinaron áreas clave en el hemisferio izquierdo, las cortezas auditiva y temporal anterior.
En los buenos lectores, la corteza auditiva tiene más mielina, lo que acelera la transmisión de señales. El estudio también encontró que en la mayoría de las regiones del lenguaje, una mayor mielinización está asociada con un grosor cortical más delgado, pero también más extendido. Sin embargo, en el lóbulo temporal anterior, un mayor grosor se relaciona con una mejor comprensión lectora.
Los lectores frecuentes desarrollan un cerebro más eficiente para procesar el lenguaje. El cerebro se adapta y responde a la experiencia. Practicar la lectura puede modificar físicamente el cerebro, expandiendo su capacidad para comprender, recordar y comunicarse.
Leer es más que un pasatiempo; mejora las funciones cerebrales, fortalece la empatía y promueve el pensamiento abstracto. Es una práctica que nos ayuda a entender el mundo y a conectar con los demás.