Desentrañando el misterio de las lágrimas emocionales: Perspectivas de una investigación reciente

Editado por: Татьяна Гуринович

Llorar es una de las cosas más humanas que hacemos. Lloramos cuando estamos con el corazón roto, alegres o abrumados. A veces, las lágrimas llegan cuando menos lo esperamos, como cuando una canción favorita nos recuerda a un amigo perdido hace mucho tiempo o una escena nostálgica de una película despierta recuerdos de la infancia. Sin embargo, a pesar de su universalidad, la ciencia detrás del llanto sigue siendo un enigma.

Incontables especies producen lágrimas para proteger y lubricar sus ojos, pero ninguna llora por sentimientos de tristeza, frustración o asombro. ¿Por qué los humanos derraman lágrimas emocionales? A lo largo de los años, los científicos han desentrañado partes de este misterio, pero gran parte de él sigue oculta en los pliegues de nuestra biología y evolución.

El llanto ha cautivado durante mucho tiempo la curiosidad humana. Textos antiguos del Antiguo Testamento describen las lágrimas como una transformación física de un corazón debilitado en agua. Los griegos creían que la mente desencadenaba las lágrimas, mientras que los teóricos del siglo XVII imaginaban que las emociones calentaban el corazón para producir vapor que se condensaba cerca de los ojos.

No fue hasta 1662 que el científico danés Niels Stensen rastreó las lágrimas hasta la glándula lagrimal. Pero incluso con este avance anatómico, el propósito de las lágrimas seguía siendo confuso. Charles Darwin llamó a las lágrimas emocionales 'sin propósito', desestimándolas como poco más que una extraña peculiaridad evolutiva.

Cientos de años después, los científicos aún debaten la conclusión de Darwin.

Cada lágrima tiene un propósito. La mayor parte del tiempo, nuestros ojos liberan lágrimas basales, un flujo constante e invisible que mantiene nuestros globos oculares húmedos y funcionales. Luego están las lágrimas reflejas, las que inundan nuestros ojos cuando cortamos cebollas o nos golpeamos en el ojo. Estas lágrimas provienen de glándulas cerca de nuestras cejas y eliminan los irritantes.

Pero las lágrimas emocionales son diferentes. Solo los humanos las producen cuando están conmovidos o angustiados. Estructuralmente, estas lágrimas no están muy alejadas de sus contrapartes reflejas y basales. Son principalmente agua, con aceites, moco, proteínas antibacterianas y electrolitos. Sin embargo, el desencadenante proviene de otro lugar: partes del cerebro asociadas con nuestros sentimientos más profundos.

Cuando lloramos, otras partes del cerebro activan las células en el tronco encefálico responsables de la producción de lágrimas. Esta conexión sugiere cuán entrelazadas están nuestras lágrimas emocionales con el cerebro humano. A diferencia de las lágrimas reflejas, que siguen un irritante claro como el polvo, las lágrimas emocionales a menudo emergen de una tormenta de sentimientos: tristeza, alegría o incluso frustración.

El llanto comienza temprano, pero no de la manera que podrías esperar. Durante semanas después del nacimiento, los bebés lloran vocalmente pero no derraman lágrimas. La imagen icónica de un recién nacido llorando con los ojos llorosos solo llega más tarde, cuando sus glándulas lagrimales maduran. Los científicos creen que esta evolución fue sobre la supervivencia. Un bebé que llora asegura la atención de sus padres.

Entonces, ¿por qué los humanos comenzaron a derramar lágrimas líquidas durante la angustia emocional, a diferencia de otros animales? Una teoría sugiere que fruncir el rostro para llorar puede estimular físicamente las glándulas lagrimales. Otra explicación postula que las lágrimas ofrecen una forma más sutil de comunicarse. Mientras que los llantos de un bebé pueden resonar en una casa, las lágrimas permiten a los adultos señalar la angustia de forma más sutil, sin alertar a los depredadores.

A medida que envejecemos, las razones por las que lloramos evolucionan. El dolor físico puede desencadenar lágrimas cuando somos jóvenes, pero a medida que crecemos, las conexiones emocionales pasan al primer plano. A veces, llorar puede actuar como un pegamento social. Ya sea nostalgia, desamor o duelo, estas lágrimas nos unen a los demás.

'Las lágrimas señalan a ti mismo y a los demás que hay un problema importante que está al menos temporalmente más allá de tu capacidad para afrontarlo', explica Jonathan Rottenberg, psicólogo de la Universidad del Sur de Florida.

Las razones por las que lloramos - y con qué frecuencia - varían ampliamente. Uno de los predictores más fuertes es el género. A nivel mundial, las mujeres lloran aproximadamente dos a tres veces más que los hombres. Esta disparidad comienza en la adolescencia, moldeada por las expectativas sociales y posiblemente por hormonas. Mientras que la testosterona puede suprimir el llanto, las normas sociales también enseñan a los niños a 'ser duros.'

La empatía y la personalidad también juegan un papel. Las personas que son muy empáticas o más neuróticas son más propensas a llorar, al igual que aquellas que están privadas de sueño o han tomado una copa.

A pesar de los estereotipos, llorar tiene sus beneficios. Muchas personas sienten una sensación de alivio después de derramar lágrimas, especialmente cuando llorar conduce a apoyo.

Las reacciones sociales también marcan la diferencia. Llorar puede ser una señal para otros cuando se necesita ayuda. Las respuestas de apoyo, como un abrazo o palabras amables, pueden amplificar la catarsis de las lágrimas.

Darwin puede haber desestimado el llanto como sin propósito, pero a medida que los investigadores profundizan, descubren cuán cruciales son las lágrimas para la experiencia humana.

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