En 2015, la física presenció un avance significativo con la primera detección directa de ondas gravitacionales por parte de la colaboración LIGO-Virgo-KAGRA (LVK). Este descubrimiento confirmó una predicción fundamental de la teoría de la relatividad general de Albert Einstein, marcando un antes y un después en la comprensión del universo.
Las ondas gravitacionales son perturbaciones en el espacio-tiempo generadas por eventos cósmicos extremos, como la fusión de agujeros negros o estrellas de neutrones. Estas ondas causan cambios minúsculos en la distancia a medida que viajan por el espacio. Los detectores de LIGO, incluyendo los del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), están diseñados para medir estas variaciones increíblemente pequeñas. La sensibilidad de estos detectores es tal que pueden detectar cambios en la longitud de un objeto del tamaño de un átomo.
Desde la detección inicial, LIGO ha experimentado mejoras significativas, aumentando su sensibilidad y resultando en un aumento sustancial de eventos detectados. A julio de 2025, la colaboración LIGO-Virgo-KAGRA (LVK) ha detectado más de 200 señales de ondas gravitacionales en la actual fase de observación (O4). La investigación en curso, liderada por instituciones como el MIT, está allanando el camino para futuros avances en la detección de ondas gravitacionales, incluido el ambicioso proyecto Cosmic Explorer. Este proyecto promete llevar la capacidad de detección a un nivel aún mayor, permitiendo a los científicos estudiar el universo con una precisión sin precedentes.
La historia de LIGO es un testimonio del poder de la colaboración internacional y de la perseverancia en la búsqueda del conocimiento.