Los tardígrados, diminutos invertebrados que miden entre 0.2 y 1.2 milímetros, se encuentran en todo el mundo, desde los fondos oceánicos hasta las cumbres del Himalaya. Son conocidos por su notable resistencia, sobreviviendo a condiciones extremas, incluida la exposición al vacío del espacio y altas dosis de radiación. Las investigaciones indican que pueden soportar dosis de rayos X hasta 1,000 veces más altas que los niveles letales para los humanos.
El primer descubrimiento de los tardígrados se remonta al siglo XVIII. El biólogo Lazzaro Spallanzani (1729-1799) publicó un estudio en 1776, nombrándolos tardígrados y describiendo su capacidad para entrar en un estado conocido como criptobiosis, donde pueden sobrevivir a la deshidratación completa y luego 'resucitar' al rehidratarse.
La criptobiosis se caracteriza como un 'estado de vida suspendida' en el que no se detectan signos de vida. Los tardígrados recolectados en la Antártida han sido revividos con éxito después de 30 años en este estado. Notablemente, el tiempo pasado en criptobiosis no cuenta contra su esperanza de vida normal, que promedia alrededor de 60 días en entornos controlados.
Investigaciones recientes del laboratorio del CNRS en Montpellier han revelado información sobre los procesos internos de los tardígrados durante la criptobiosis, específicamente de la especie Hypsibius exemplaris. Esta especie se reduce en un 38% de su volumen y forma una barrera protectora alrededor de sus células. Sin embargo, una especie relacionada, Ramazzottius varieornatus, se reduce solo en un 32% y carece de esta estructura protectora.
Desde 2016, se han identificado herramientas genéticas que permiten a los tardígrados resistir entornos extremos a través del secuenciado de su genoma. Estos hallazgos sugieren aplicaciones biomédicas revolucionarias potenciales, incluidas la conservación de medicamentos y vacunas en formas deshidratadas.
Los genetistas proponen que estos genes únicos de tardígrados, de los cuales aproximadamente el 40% son desconocidos en otras especies, pueden haber sido adquiridos a través de transferencia horizontal de genes (HGT). Este mecanismo permite a los organismos ganar genes de especies vecinas, mejorando así sus capacidades de supervivencia.
Estudios recientes han mostrado que los tardígrados han acumulado probablemente estos genes únicos a lo largo de sus 600 millones de años de existencia, habiendo sobrevivido a cinco eventos de extinción masiva. Algunos de estos genes, como Dsup, TDR1 y CAHS, ya han sido identificados y demuestran la capacidad de aumentar la resistencia a tratamientos letales cuando se insertan en células humanas o de laboratorio.
La fuente de estos genes únicos podría ser el ADN ambiental (eDNA) liberado por los organismos vivos que nos rodean. Los científicos han desarrollado técnicas para analizar eDNA a partir de muestras de suelo, lo que permite identificar especies sin necesidad de observación directa.
Cuando los tardígrados entran en criptobiosis, sus cromosomas muestran rupturas, que pueden repararse al rehidratarse. Este proceso podría facilitar la integración de eDNA en su material genético, contribuyendo así a su diversidad genética.
Con su capacidad para absorber genes de su entorno, los tardígrados poseen rasgos genéticos únicos que podrían llevar a avances significativos en el campo biomédico, incluida la preservación de medicamentos y la protección de astronautas durante futuras misiones espaciales.